El Mesías: El milagro de Händel

miércoles, diciembre 14, 2016

Los gritos y palabrerías que salía en esa calle eran en verdad intimidantes, hasta el hombre más seguro de sí saldría corriendo de ese apartamento; los transeúntes de esa calle de Londres se detenían frente a ese edificio mirando y escuchando ese espectáculo vocal, las personas que vivía en Brook Street era habitual, ya estaban acostumbrados de esas idas y venidas, gritos y sollozos de cantantes. El dueño era el músico alemán Georg Friedrich Händel.
La Resurrección de Cristo. Raffaelino del Garbo (1466/1476 - 1524).
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki
El mes de abril del año 1737, cuando el Caro Sassone, así se le conocía a Händel; regresaba de un ensayo, furioso y violento, a punto de explotar con la cara hinchada de rabia, así era Händel; pero esa tarde del 13 de abril sobrepasó los límites de la ira. Se oyó un ruido aplastante, no se escuchaban pasos ni ruido en la habitación del maestro, Händel yacía en el suelo inmóvil, con los ojos desorbitados, como -¡Muerto!-, dijo un criado.

El médico hizo unas preguntas habituales, los criados respondieron que tenía cincuenta y dos años, a las palabras del médico: -Es una mala edad para enfermarse-. El médico diagnosticó apoplejía. El gran maestro ya no podría crear grandes óperas, oratorios ni música instrumental porque tenía paralizado el cerebro, la mitad del cuerpo inmóvil, que significaba nada de composición, sólo esperar un milagro: es el fin del Caro Sassone.

Los problemas de salud del gran músico alemán, el que hacía tronar el clavecín a altas horas de la noche, el que hacía sollozar a los cantantes y salían corriendo de su estudio por haber dado una nota falsa, el que salvó el teatro londinense de la ruina componiendo operas llenos de dramatismo, el que invirtió todos sus ahorros a esa empresa, caía ante las presiones que ejercían sus acreedores, los críticos y cantantes.

Las instrucciones del médico era alejarse por un rato de los teatros, nada de componer ni tratar con cantantes, Händel se veía acabado en el mundo musical londinense, la moda del Caro Sassone había quedado en el olvido, el gusto por su música se había apagado.

En 1740  se exiliaba en su departamento, suplantado por otros artistas, olvidado por el público que tanto encantó con su música, óperas y oratorios. En algún momento pensó en marcharse a Francia, Alemania, Italia o Irlanda donde aún apreciaban su música.
Georg Friedrich Händel (1685-1759). Compositor alemán.
Fuente: Bachtrack
Una noche, después de haber caminado y tomar un poco de aire para despejarse, luego de haber reflexionado el estado en que se encontraba; oscuros  pensamientos se le atravesaban por la cabeza, suplicando a Dios ayuda para despertar de aquella pesadilla. Regresando a casa se encuentra un paquete sobre su escritorio, el nombre del remitente: Jennens.

El hombre de la carta es el poeta Charles Jennnes (1700-1773), ya había escrito algunos libretos  para Händel (Saúl e Israel en Egipto), le decía que ensalzara su nuevo poema con su genialidad, que sus palabras se convirtieran en melodía. El nuevo poema que le remitía dicho poeta es Phoenix Musicoe, el poeta confiaba en el gran músico, que inmortalizara su poema y pasar a la eternidad. El Caro Sassone se sentía burlado, tomándolo como una broma de mal gusto, aprovechado la situación por los contrincantes y críticos para acabar de hundirlo y desaparecerlo:  -¡Dios me ha abandonado!-, se dijo así mismo.

Al no poder dormir esa noche, fue más la curiosidad por saber qué contenía ese poema, se levantó a leer el libreto. Cuando más sientes que Dios te ha abandonado, más cerca está Él. El destino entretejía discretamente el consuelo del alma del gran músico, recuérdenlo, la divinidad tiene un lado misterioso. 

Al leer la portada, decía: El Mesías, -¡Un oratorio más!, pensó. Los tres anteriores fueron verdaderos fracasos. La primera línea, decía: Conmfort ye! - Consolaos! Una repuesta divina a su desdicha. -¡Así se dirige el señor!- Es la voz que esperaba escuchar. -¡El señor que buscas se te revelará!- La verdad que su alma inquieta buscaba. Pasaba los dedos más allá de las páginas, se leía: -¡Él es el fuego purificador!- Renacer de aquel estado en que se encontraba. -¡Levántate que él está en ti!- Las fuerzas que le faltaban para enfrentar la realidad. -¡Él os dará reposo!- La paz interior que tanto deseaba. -¡Fue despreciado por los hombres!- El público que lo idolatraba y lo había abandonado. -¡Tu no permitiste que su alma llegara al infierno!- No abandonó este mundo hasta haber creado una obra que ayudara a su prójimo. -¡El señor pronunció su palabra!- -¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!- Con estas palabras llenas energía y consuelo,  se puso a escribir unas cuantas notas que inspiraban esas palabras, no hubo mejor momento la llegada de ese poema, siguió escribiendo toda la noche sin darse cuenta del tiempo.
Charles Jennens (1700-1773). Poeta inglés.
Fuente: https://en.wikipedia.org
Así estuvo durante tres semanas en su habitación sin que le molestasen, y claro, el criado era el encargado de lidiar con los acreedores, mensajeros o solicitudes para componer música de ocasión, que su amo fuese interrumpido en su labor; la comida se la dejaban en la puerta sin hacer ningún ruido para que el maestro siguiese trabajando. Händel ya no sabía ni la hora, qué día era,  no distinguía el día de la noche, la inspiración fluía como como copos de nieve en invierno, como si un ser sobrenatural lo poseyese, a pesar de sus dolencias y achaques, lo que sí sabía era el tiempo, el ritmo, la melodía que debía tener esa majestuosidad de obra que lo catapultaría para la eternidad.

Las tres semanas fue silencio absoluto en aquel apartamento, no necesito más unas cuantas hojas pautadas, un clavicordio y la genialidad y la compañía de la Providencia, pero, como todo, llegó el día; el 14 de septiembre de 1741, Händel había concluido la obra; un milagro, se había cumplido la profecía.

El desgaste físico y emocional lo había extenuado tanto que se sumergió en un sueño placido e imperturbable, el criado y el asistente al percatarse de este sueño nada normal, deciden ir en busca del médico temiendo que sucediera algo malo, la sorpresa que se encontraron  al entrar en la habitación del gran músico, gritándoles con alegría y energía: -¡He resucitado!-.

El músico se sentó frente al clavicordio para dar una probadita de su creación divina, cautivó a los presentes con el júbilo y exaltación de la melodía que se desencadenaba. El doctor admitía que nunca había visto tal milagro, pensó, un demonio poseía ese cuerpo; entonces, Händel gira dando la espalda al clavicordio, diciéndoles: -¡Dios ha estado conmigo!-.

Uno de los destinos para Händel era ir a Irlanda después de caer enfermo; cuatro misteriosos hombres bien vestidos se presentan en la casa de Abbey Street, en Dublín; domicilio del gran músico. En ese momento Händel se encontraba allí para descansar, proponiéndole estrenara su nuevo oratorio: El Mesías, que les había llegado a oídos del público que había asistido a un ensayo, habían salido embelesados de tal magnificencia, con el corazón opreso por el sonido y las voces que salían de esa obra, clamando la venida del hijo de Dios y cuando escucharon el ¡Aleluya! El ímpetu, energía y la alegría victoriosa, los oyentes sintieron la divinidad estaba entre ellos, como dijo el músico: -"Creo que he visto el cielo delante de mí  y también a Dios"-.
Jorge II rey de Gran Bretaña e Irlanda (1683-1760).
Fuente: https://es.wikipedia.org
El rey Jorge II se puso de pie al oírla por vez primera. Las entradas que se vendieran en la primera audición  serían para recaudar fondos  para instituciones de beneficencia pública destinados a los presos de cárceles lejanos y los enfermos de los hospitales, y la recaudación de los demás conciertos sería para el gran músico Georg Friedrich Händel, contestándoles el último: por nada del mundo aceptaría tal dinero por tal obra, explicando que él estuvo enfermo también, jamás aceptara un centavo, la obra me ha sanado. Desde aquella fecha la recaudación por las entradas que se hace por cada representación del Oratorio El Mesías, se destina a instituciones de beneficencia.

El estreno de El Mesías de Georg Friedrich Händel, fue el 13 de abril de 1742 en Dublín. La gente que asistiría a ese concierto por primera vez se aglomeraba para escuchar una obra maestra única, la fama de la obra se extendió rápidamente por el mundo.

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